Rocío Savas / Especial para Un Solo Latir

Caía la tarde del lunes, 9 de marzo en la capital española. Las bibliotecas estaban repletas y los estudiantes combatían contra la procrastinación ante los exámenes. Nada tenía de especial aquella estampa salvo el hecho de que todos los alumnos compartían su atención con una misma imagen: la de la presidenta de la Comunidad de Madrid anunciando el cierre de las universidades ante el COVID-19. Una mezcla de miedo y júbilo inundó la sala, los libros se cerraron y la biblioteca comenzó a desalojarse. Lo que ninguno de los presentes sabía es que tardarían mucho tiempo en volver.
Al cierre de las universidades madrileñas, pronto se le unirían el del resto de universidades españolas ante el estricto confinamiento por Estado de alarma. Este suceso ha obligado tanto a profesores como a alumnos a enfrentarse a un nuevo reto: la enseñanza online.
La mayoría de las universidades españolas se caracterizan por su importante carga lectiva presencial y la transición hacia una enseñanza puramente telemática está siendo un desafío para muchas de ellas. En una encuesta realizada a más de 300 estudiantes universitarios de 33 universidades españolas públicas y privadas, más de la mitad (53,4 por ciento) califican de “regular” la gestión de sus centros en el cambio de enseñanza.
“De cuatro asignaturas que curso este cuatrimestre, solo una de ellas imparte docencia virtual, el resto solo mandan algunos ejercicios para entregar y que estudiemos el temario por nuestra cuenta”, narró un estudiante de la Universidad de Málaga.

Las carreras que más dificultades están presentando a la hora de continuar el ritmo de las clases son aquellas cuya carga práctica es mayor. Este es el caso de una estudiante del grado Bellas Artes en la Universidad de Sevilla. “Tenemos asignaturas como Pintura o Escultura que nos son imposibles de seguir puesto que no disponemos del material necesario”, señaló.
No obstante, también son muchos los que afirman el alto grado de implicación de algunos de sus profesores adaptándose a las circunstancias. Así, destacan que les está reduciendo el temario, bajando el nivel de los trabajos o incluso suprimiendo exámenes. Por el contrario, otros reivindican que les están “multiplicando la carga de trabajo”.
Tras un mes de confinamiento, el 78 por ciento de los universitarios encuestados admitió que su nivel de rendimiento académico es menor al que tenían antes. Esto se debe al impacto tanto emocional como psicológico que trae consigo la crisis sanitaria. Algunos de estos estudiantes tienen que ayudar a familiares enfermos o incluso han sufrido la pérdida de seres queridos. Una estudiante confesó que sufre ansiedad y que el confinamiento le está suponiendo “una gran batalla para continuar sus estudios de forma virtual”.
Se han cambiado las aulas por pantallas y la educación está al alcance de un mero clic, pero, ¿todos pueden acceder a ella? La brecha digital se hace evidente cuando la única manera de continuar las clases es a través de la tecnología. Una estudiante de la Universidad Carlos III de Madrid contó que ha estado casi un mes con dificultades para trabajar debido a que su ordenador se le estropeó al inicio de la cuarentena. Esto le ha acarreado complicaciones a la hora de entregar trabajos y llevar al día las asignaturas. “Solo podía seguir las clases desde el móvil y era un poco catastrófico”, afirmó. “Quería trabajar igual que mis compañeros, pero, obviamente, no lo podía hacer”. Finalmente, la universidad le proporcionó un ordenador que le hizo llegar a su domicilio.

Las autoridades han confirmado el cese definitivo de las clases presenciales en las universidades españolas. Con sus pros y sus contras, es evidente que la enseñanza online cerrará el curso académico. Sin embargo, aún quedan muchas incógnitas por resolver en lo que respecta a los sistemas y métodos de evaluación del alumnado. Ante esto, solo queda esperar.
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